La motivación para desarrollar la primera taxonomía verde surgió cuando la EU identificó la necesidad de inversiones anuales superiores a 700.000 millones de euros para lograr sus metas de transición energética y abordar la crisis climática en Europa.
Desde entonces, varios países han adoptado o están en proceso de implementar taxonomías verdes para ayudar a inversores y empresas a identificar y respaldar inversiones respetuosas con el medio ambiente. No obstante, el enfoque de las taxonomías nacionales varía según las características específicas de la economía de cada país. Por otra parte, han habido críticas, pues algunas taxonomías no incluyen la “economía global”, lo que podría resultar en una representación incompleta de la sostenibilidad de un producto financiero y excluyendo objetivos sociales, lo que deja estas evaluaciones a criterio de los inversionistas.
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